viernes, abril 27, 2007

 
No sabe naranja, me pidieron que hable de usted. Bueno, no precisamente, pero un poco sí. Entonces me refugié en una ventana, en palabras difusas que intentaban vestir el olvido. Que ni siquiera hablaron del viento del este y sus premoniciones, ni del ruido de la cuchara en la vuelta número casi cien del quilla. No decian el olvido y tampoco la gratitud. Casi denunciaban la no existencia de un silencio pincel lleno de destellos de magia, o lo que fuera que haya sido.

(esas cosas que nunca se dicen pero si se escriben, como si tal cosa)